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En el Día de la Tierra, los expertos llaman la atención sobre la importancia de estos amortiguadores naturales para proteger los suelos y las reservas de agua dulce
Si existiera una solución natural a las inundaciones, la erosión de la tierra y la contaminación del agua, ¿no valdría la pena protegerla?
Esa respuesta está en los humedales.
Desde el arrecife mesoamericano, al acuífero guaraní y el enorme Pantanal al glaciar Vinciguerra en la zona más austral del continente, América Latina no sólo está llena de agua, sino también de enormes extensiones de humedales que tales reservas producen.
A nivel mundial, las áreas húmedas cubren unos 13 millones de kilómetros cuadrados, el equivalente a los territorios combinados de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Además generan un valor anual estimado de unos 70 mil millones de dólares en servicios ambientales.
“Los humedales son extremamente importantes,” explica Christian Holde Severin, especialista senior ambiental del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), “y en un clima cambiante se vuelven aún más importantes. Son una parte esencial de la infraestructura tanto en ciudades como en los ecosistemas naturales.”
Según el WWF, entre 300 y 400 millones de personas viven cerca y dependen de los humedales y los servicios claves que proveen, entre los que se incluye la protección contra:
- Las inundaciones
- La erosión de los suelos y la degradación terrenal
- La pérdida de la biodiversidad
- La contaminación de las fuentes de agua dulce
- Los oleajes, las olas y las tormentas (en áreas costeras)
Sin embargo, a pesar de estos beneficios, los humedales del mundo están amenazados. Las prácticas agrícolas descontroladas, la deforestación, la construcción de diques y la urbanización han generado una pérdida global de casi dos tercios de humedales en zonas costeras y ribereñas desde 1900.
Urbanización
América Latina es una de las regiones más urbanas del mundo, con casi 8 de cada 10 habitantes viviendo en ciudades. En la medida que crece la población, también aumenta la presión en el ámbito urbano y los ecosistemas alrededores.
“Tenemos que desarrollar ciudades sustentables que integren a los humedales en el planeamiento urbano”, destaca Severin. “Intentamos contener los ríos con concreto, pero ahora vemos que eso no funciona. Por lo tanto, necesitamos asegurar riberas saludables para evitar las inundaciones y estos humedales tienen la capacidad esencial de absorber el exceso de agua. Una y otra vez hemos visto cuando esa capacidad amortiguadora no existe. En un mundo donde tenemos constantes cambios de clima y altas fluctuaciones en las precipitaciones, la capacidad de absorción es más cada vez más importante para evitar las inundaciones y los costos materiales y en vidas que pueden generar”.
Es una situación que se ha visto repetidamente en la República Dominicana. Allí, una falta de conocimiento de los terrenos inundables y de zonas prohibidas significa que muchas de las comunidades pobres se asientan a lo largo de las orillas del río Ozama en Santo Domingo. Es una ubicación precaria, y como consecuencia, estas comunidades son altamente vulnerable a las inundaciones, una situación que empeorará en la medida que suban el nivel del mar y los oleajes.
La agricultura y los humedales
Ecosistemas húmedos saludables ubicados entre tierras cultivadas y zonas de agua dulce forman un amortiguador para combatir los efectos de esa escorrentía y prevenir que los nutrientes y el sedimento desaparezcan en las corrientes fluviales. La degradación de los suelos ya afecta 300 millones de hectáreas de tierra agrícola en América Latina debido a que la deforestación y la falta de vegetación han dejado vulnerable el valioso manto superior que es arrastrado por la lluvia.
“Los humedales actúan tanto cómo un puente para la biodiversidad como una manera de proteger el agua dulce. La vegetación captura los fertilizantes agrícolas y la valiosa capa superior del suelo que, de no estar, serían llevados río abajo”, explica Severin.
Eso es particularmente evidente en el enorme Pantanal, que se extiende a lo largo de tres naciones sudamericanas: Brasil, Paraguay y Bolivia.
Los ríos y pantanos albergan a miles de especies de aves, peces y reptiles, y se considera el Pantanal como uno de los humedales mejor conservados del mundo. Sin embargo, incluso allí, se sienten los efectos de la incursión humana en el área. Casi el 60% de las áreas de cabecera río arriba han sido deforestadas para la ganadería y la producción de soja, provocando la erosión de los suelos y afectando a la calidad del agua en la región.
Concientización
A pesar de ser bastante bajo perfil en la agenda global, los humedales son de enorme importancia para la Tierra, que hoy celebra su día.
Con la capacidad de absorber cantidades significativas de precipitaciones, proveen a los ríos de agua dulce, protegiéndola para el consumo humano y asegurando hábitats claves para los peces, aves y otra biodiversidad. Además, como destaca Severin, ofrecen las herramientas para abordar otras amenazas ambientales como el cambio climático, las inundaciones y el aumento en la producción agrícola.
“Debemos despertar una mayor conciencia del valor de los humedales, es hora de alertar de la importancia de tener humedales saludables”, enfatiza Severin. “Al ponerles un precio al valor de los servicios ambientales que ofrecen, se puede hacer que los desarrolladores urbanos y los políticos los tomen más en cuenta en sus planificaciones”.
Pero no son sólo los humedales naturales aquellos que tienen valor. Los humedales construidos, que imitan las características de sus contrapartes naturales, ya tienen un éxito considerable en otras regiones menos ricas en agua. El Fondo para el Medio Ambiente Mundial ha financiado humedales construidos que van desde pequeños sistemas domésticos en los pequeños Estados insulares del Caribe, el Pacífico y de África, hasta sistemas más amplios en África, Europa y Asia. Estos proyectos ofrecen grandes oportunidades de replicación en todo el mundo.
Tenemos que llamar la atención de los responsables políticos globales, nacionales y locales, para que se den cuenta de que los humedales continentales y costeros no sólo proporcionan beneficios inmediatos a cientos de millones de personas, sino que también proporcionan beneficios regionales y globales para mantener la integridad de los ecosistemas terrestres.
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