La agricultura intensiva tiene que ser climáticamente inteligente si queremos alimentar a una población que crece

¿Qué es más verde que un campo de cultivo?

Puede sonar poco apropiado, ya que cada etapa de la producción agrícola depende de los recursos naturales que la alimentan, pero aparte del color de las hojas, la agricultura hoy en día, está despertando críticas de los ecologistas y levantando la alarma en todo el mundo por su carácter intensivo.

Dos quintas partes de las tierras del mundo se dedican a la agricultura y a medida que la tecnología se expande, tiene un impacto en el medio ambiente. Globalmente, el sector agrícola es el responsable del 70% del consumo de agua, de un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernaderos, de casi un tercio del consumo de energía y del 80% de la deforestación.

Además, con las previsiones de que la población mundial llegará a los 9 mil millones en 2050, la producción tendrá que aumentar en un 50% para garantizar la seguridad alimentaria de todos. Una perspectiva desalentadora para el planeta, en especial hoy Día Mundial de la Alimentación, que este año lleva el lema “Alimentar al mundo, cuidar el planeta”.

"Alcanzar esta meta requerirá la expansión de la superficie cultivada, especialmente en el mundo en desarrollo, con implicaciones para la sostenibilidad de la tierra, el agua dulce, la biodiversidad y el clima del planeta", explicó Mohamed Bakarr, especialista ambiental sénior del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM).

La clave para lograr la seguridad alimentaria mundial, según Bakarr, es incrementar el rendimiento de las tierras agrícolas actuales, pero de una manera que asegure que los recursos naturales son sostenibles y resistentes a un mundo en constante cambio.

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Agricultura “verde”

Un clima más cálido tendrá efectos directos sobre la industria agrícola. Es por ello que la producción de alimentos no solo necesita ser sostenible sino también “inteligente”, para reducir tanto las emisiones de gases como aumentar la resiliencia ante los cambiantes patrones climáticos.

“La agricultura enfocada en el clima se presenta como una oportunidad para abordar la seguridad alimentaria de forma integrada, con beneficios en adaptación y mitigación de impactos”, asegura Bakarr.

Y esa oportunidad tendría beneficios que se extienden mucho más allá de la pura producción de alimentos. Una mayor sostenibilidad y el uso más eficaz de los recursos aumentarán la absorción de carbono, mejorará la salud de los terrenos y suelos, permitirá un manejo más eficaz de las cuencas hidrográficas y permitirá la conservación de la biodiversidad en las zonas agrícolas.

“La agricultura enfocada en el clima se basa en tres pilares”, afirma Alberto Sandoval, experto en recursos naturales y cambio climático de la FAO. “Puede incrementar los ingresos y la producción, promover ecosistemas más resistentes y reducir las emisiones”.

Alrededor de 2.600 millones de personas dependen de la productividad de la tierra para sobrevivir, de las cuales la mayoría se encuentran entre los más pobres del mundo y, como tal, entre los más vulnerables al cambio climático y las crisis alimentarias que esto provoca.

El tamaño no lo es todo

Históricamente, se ha considerado que la solución a la seguridad alimentaria es una producción agrícola más intensiva.

La intensificación agrícola fue el sello distintivo de la llamada revolución verde en Asia, pero Bakarr advierte de que existe el riesgo de repetir la historia si los líderes en África también empiezan a utilizar prácticas agrícolas más intensas. En Asia, aunque entre 18 y 27 millones de hectáreas lograron salvarse de entrar en la cadena de producción agrícola, el uso excesivo de agua y de fertilizantes causó graves problemas, algunos de los cuales no lograron superarse por casi cuatro décadas.

Hoy en día, el 27% de la población de África subsahariana está desnutrida, y mientras los agricultores buscan mejorar sus cultivos en una región con uno de los rendimientos más bajos del mundo, es clave que los ecosistemas vitales también estén salvaguardados.

Esto debe comenzar desde las bases. En Asia y el África subsahariana, los pequeños agricultores son el sostén de la seguridad alimentaria de miles de millones de personas, ya que suministran aproximadamente el 80% de sus alimentos, de acuerdo con el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD por sus siglas en inglés).

 “Como parte del FMAM-6, el FMAM financiará un programa piloto integrado para fomentar la sostenibilidad y la resiliencia de la seguridad alimentaria en esta región. A través del trabajo con los pequeños agricultores, el programa GEF promoverá prácticas para impulsar la seguridad alimentaria y al mismo tiempo proteger el medio ambiente", destacó Gustavo Fonseca, Director de Programas del FMAM.

"Durante más de dos décadas, el FMAM ha invertido en una amplia gama de proyectos que demuestran que existen vínculos entre los servicios de los ecosistemas y la seguridad alimentaria", destacó Fonseca. "Desde la promoción de una gestión de tierras y recursos hídricos sostenible en los sistemas de producción hasta la conservación in situ de los recursos genéticos de los cultivos, el FMAM ha establecido una base sólida para influir en el cambio transformacional para la seguridad alimentaria a nivel mundial", agregó.

En total, el FMAM ha invertido directamente más de US$ 1.000 millones en cerca de 200 proyectos a los que se suman US$ 6.000 millones de dólares recaudados en concepto de cofinanciación.

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